Para entender el contexto de esta historia nos remontamos
unos pocos años atrás, a finales de la década pasada. Robert Kirkman
finalizaba las series que le habían dado nombre y lo habían situado donde está:
“los Muertos Vivientes” e “Invencible”. Esto no significó que sus
seguidores no tuvieran material con el que seguir disfrutando de él, pues “Outcast”,
“Oblivion Song” y, más tarde, “El Poder del Fuego” ya estaban en
marcha; pero para sorpresa de los lectores, y sin previo aviso, a mediados del
2018 apareció una nueva serie en las librerías: “Die!Die!Die!”.
En esta ocasión, además del alabado Kirkman, contamos
con Scott M. Gimple a los guiones; un hombre ajeno al mundo del comic,
pero que ha sido un pilar fundamental en las adaptaciones televisivas de las
series del guionista de Kentucky. A ellos se les unen Chris Burham a los
dibujos y Nathan Fairbain al color.
La historia nos presenta un servicio secreto de los Estados Unidos
dedicado a mantener la paz y a hacer evolucionar la sociedad. Para llevar a
cabo su misión, se valen de los servicios de agentes con perfiles tipo James
Bond (aunque mucho más sórdidos). El conflicto surge cuando los intereses
personales de algunos altos cargos de esta camarilla chocan con los intereses
de otros peces gordos, o con el bienestar de la sociedad, desencadenando así un
conflicto entre ellos. Además, veremos como los agentes escogen bando dándole
mayor enjundia al conflicto.
Sin ninguna duda esta es la serie de Kirkman que más
desapercibida ha pasado (al menos entre las actuales). El por qué puede deberse
a varios motivos; el primero es el ya comentado cambio de editoriales y la
consiguiente falta de continuidad en nuestro país. El segundo es que muchos
lectores han llegado incluso a sentirse “insultados” al leerla, ya que la
historia ciertamente tiene un espíritu más propio de autores como Garth
Ennis en “The Boys” o “Predicador”, o – no he podido evitar
ver el parecido – Guy Ritchie en “The Gentlemen”. No obstante, es
normal que el autor quiera experimentar otros géneros y crecer como guionista. Recordemos,
a su vez, que la historia no la ha escrito él solo (aunque Gimple parece
que no participa en los números del segundo tomo), con lo que cabe esperar que
el estilo no sea 100% Kirkman. En cualquier caso, los elementos que lo
hacen inimitable sí que están en el comic y son palpables: buenos personajes,
bien desarrollados, diálogos impecables…
Tanto el dibujo como el color son muy sólidos. El dibujo presenta
una buena carga de tintas (sin llegar a un extremo de artistas como Daniel
Warren Johnson) el cual se complementa a la perfección con los colores
medianamente planos; dando como resultado un estilo bastante cartoon americano.
Esto es de agradecer, pues los conceptos que representa a veces serían
difíciles de digerir en un estilo más realista o BD. La narrativa también es
remarcable, pues hay bastantes partes contadas en off, pero en ningún
momento saca al lector de la historia. En conjunto, el apartado gráfico es el
idóneo para una historia de este tipo de comic americano.
En definitiva, no se comprende – o yo no lo entiendo – por
qué esta serie polariza tanto: o gusta mucho o se odia. Es cierto que los
excesos que presenta esta historia van un paso más allá de lo que suele verse
en la obra de Kirkman, pero tampoco son mucho más alocados de lo
habitual (especialmente comparada con “Invencible”). Obviamente, no es
su trabajo más sesudo, pero es que tampoco pretende serlo. Es una historia
macarrosa para pasar un buen rato; y esperemos que así sigan siendo sus números
venideros.
Para finalizar quiero traer a colación una reseña del primer
volumen, porque en una frase – creo que – define a la perfección el espíritu
del comic, y además da las pautas de cómo abordarlo. La frase citaba “Robert
Kirkman jugando a ser Garth Ennis, todo bien”. Ningún pero en lo
alto de la mesa.
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