En esta ocasión nos plantea una historia de una crudeza
considerablemente mayor a la que nos tiene acostumbrados el autor zaragozano;
ni más ni menos que un retrato de la vida en un país heredero del colonialismo
europeo en África. Sin embargo, muy inteligentemente se ha servido del dibujo
de Sergio García y el color Lola Moral. Ellos han sabido retratar esta
dramática realidad de una manera sencilla, con un dibujo limpio, a veces
podríamos decir cubista e incluso dadaísta – lo cual en cierto modo puede recrudecer
el relato si se reflexiona así –. Hay que matizar que sencillo no significa
necesariamente fácil, y de su demostración se encargan ellos utilizando
composiciones complejas. Como punto negativo diré que hay un par de
composiciones en el tomo que pecan de filigrana, y hacen que el lector se
pierda en la página.
En cuanto al grueso de la historia, nos situamos en el
Congo, en una mina de coltán. En ella conocemos a Nivek, un niño que
tras tiempo trabajando en la mina se une a la milicia. Sin embargo, al poco de
entrar en ella de alguna manera acaba en un hospital, donde decidirá que su
destino es viajar a Europa en busca de una vida mejor.
Ya desde las primeras páginas del tebeo se nos presentan
episodios absolutamente desgarradores. Episodios que todo el mundo catalogaría
como antinaturales e inhumanos. Nunca hay recompensa solo desgracias
encadenadas, hasta tal punto que uno se plantea dónde está el atisbo de
esperanza. Si que es cierto que hay un par de capítulos algo más simpáticos en
el viaje de Nivek, pero aligeran poco su pesar.
Y, sin embargo, el factor más desgarrador de todos es la
veracidad de este relato. No cabe duda de que este equipo creativo ha sido muy
bien asesorado (y así lo agradecen al final del tomo) por agencias de ayuda
humanitaria en esta zona de África; ya que, no es la primera vez que escucho
testimonios de gente del lugar y, por desgracia, según leía sentía que no era
la primera vez que lo escuchaba.
Es, posiblemente, ahí donde reside el impacto y la reflexión
que transmite esta obra. Se nos narran sucesos que no creo sean ajenos para
nadie, quien más quien menos todos hemos escuchado barbaries muy similares. Pero
por lejanía, por indiferencia o – la peor de todas – por incredulidad, cada vez
que los escuchamos nos escandalizamos, como si hubiésemos olvidado su
existencia. Por ello, debemos agradecer a Antonio Altarriba, Sergio García y Lola
Moral por darnos una nueva visión.
Realmente un tebeo que aporta su granito de arena y cumple una función más allá del puro entretenimiento – el cual entiéndase que tampoco es sinónimo de malo –. Claramente, un comic de obligada lectura sin lugar a duda.
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