Sin embargo, aunque no sea lo más frecuente, existen obras
más complejas en el medio como la que traemos hoy: “Adolf” de Osamu
Tezuka. Publicada por primera vez en 1983, este manga aborda temas mucho
más complejos de lo habitual en el medio, como la Segunda Guerra Mundial, la
figura de Adolf Hitler o la psicología humana. Recientemente, Planeta
ha rescatado la obra integrándola en un cofre, lo cual es una oportunidad
perfecta para que un servidor hable de ella.
La historia comienza unos pocos años antes de la guerra, en
las olimpiadas del 1936. En ella se nos cuenta la vida paralela de tres hombres
llamados Adolf. Principalmente se centra en dos de ellos, los cuales
comienzan la historia en su niñez asentados en Japón por diferentes
circunstancias. Ambos son excelentes amigos, pero hay un pequeño inconveniente
que restringe su amistad: uno es hijo de un alto cargo alemán y el otro es hijo
de hosteleros judíos. Tezuka utiliza esta dicotomía para explorar cómo
los ideales promovidos en la Europa de aquellos años corrompieron y alteraron
las vidas de aquellas personas que una vez fueron amigos.
Es absolutamente fascinante ver cómo el propio entorno y
sociedad del momento van lavando el cerebro del Adolf alemán; ver cómo
pasa de querer proteger a su amigo a odiarlo hasta la muerte sin motivo; ver
cuán rápido es capaz de abandonar la infancia y la niñez para convertirse en un
verdadero animal. Por supuesto este no es un cambio repentino; es un largo
viaje que Tezuka sabe dosificar exquisitamente.
En lo que al tercer Adolf se refiere (el que no
necesita presentación), el autor comete el acierto de no obcecarse en él. En
lugar de simplemente demonizarlo, Tezuka entrelaza a sus personajes con
acontecimientos históricos reales de manera objetiva; lo cual hace que el
dictador quede retratado por sí mismo, sin caer en estereotipos más simplistas o
maniqueístas.
Al hilo de esto último, hay que aplaudir la labor de investigación
realizada por el autor. Su exhaustividad nos permite sumergirnos en la época
con detalles precisos y perfectamente contextualizados. Esto hace que la obra
gane muchos enteros, ya que además de hacernos reflexionar sobre la moral y la
ética, nos da una clase magistral de historia de la Segunda Guerra Mundial.
Ojo, tampoco hay que tomar todo al pie de la letra como
verdad absoluta, pues en este sentido, se comete algún error – a mi parecer –
bastante grave. El más garrafal es que todos los personajes, incluyendo todos
los que se encuentran en Japón, son plenamente conscientes de la existencia de
los campos de exterminio. Es más, todos los simpatizantes alemanes no tienen
ningún pudor en expresarlo. Esto es históricamente muy incorrecto. Los aliados quedaron
absolutamente desolados y asombrados al descubrir que, lo que se había
extendido como rumor, era cierto. Además, es obvio que, si fuera un fenómeno
por todos conocido, muchos de los eventos se hubieran sucedido de manera muy
distinta.
En cuanto al dibujo, es digno de admirar la habilidad del
japonés para retratar la complejidad de sus personajes. Logra transmitir
emociones muy profundas y conflictos internos; pero dado su estilo simplista e
infantil – en el mejor de los sentidos –, hace que la lectura entre por los
ojos y que actos realmente duros y cruentos resulten mucho más llevaderos.
Esta es en definitiva una obra maestra del manga y del
cómic. A través de su profunda exploración de la condición humana, la historia
cautiva al lector y lo lleva a reflexionar sobre la guerra, la política, y las
complejidades y contradicciones de la moralidad. Una lectura obligada que no
deja a nadie indiferente y que demuestra porqué Osamu Tezuka es
considerado uno de los grandes maestros del manga y la historieta.
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