Sin embargo, debo esclarecer que, aunque me haya encantado,
este es para mi el más flojo de los tres. La continuación de la trilogía de “El
Yo” no ha resultado ser tan gratificante como su entrega anterior.
“Yo, Loco” nos sitúa en Vitoria, no muy lejos de donde nos
quedamos en “Yo, Asesino”. En esta ocasión nuestro protagonista es Ángel
Molinos, un trabajador de Otrament, un laboratorio destinado a la
investigación y diagnostico de trastornos mentales. A su vez, Otrament
está afiliado a Pfizin, una conocida farmacéutica; y desde las primeras
páginas vemos como el diagnostico de nuevos trastornos mentales es una artimaña
destinada a vender una cantidad mayor de medicamentos, y amasar así una mayor
fortuna. Es por ello que conmovido por la falta de ética y moralidad que supone
su trabajo, nuestro protagonista se dispone a abrir una batalla legal contra la
compañía. Sin embargo, esta demuestra ser una poderosa rival capaz de cualquier
cosa para mantener a raya este tipo de actitudes nocivas, por lo que será Molinos
el que deba emprender su propio camino a la locura intentando desenmascarar a la
compañía.
Como veis la premisa esta vez es cuantiosamente más
compleja. Se siembran muchos elementos diferentes que hacen que el tebeo
prometa desde el primer momento; lo cual es cierto, es un thriller
apasionante lleno de giros, un ejercicio visceral igual que lo fue su precuela,
y una dura crítica a la industria farmacéutica (igual de dura que la crítica al
mundo del arte que planteaba su antecesora). No obstante, creo que Altarriba
peca de dar demasiados rodeos en la primera mitad del tomo, y correr en la
segunda mitad; quedando una solución un poco apresurada. Creo que el concepto
de locura no queda tan bien trabajado como la sociopatía en “Yo, Asesino”. Además,
en muchos aspectos, el tebeo recuerda bastante a de la película de Martin
Scorsese Shutter Island, la cual creo que acierta más en su
estructura. En cualquier caso, es una gran historia digna de ser leída.
Simplemente, comparaba una buena historia con una excelente.
No creo que pueda añadir nada que no haya dicho ya del
dibujo de Keko. Si no os gustan este tipo de ejercicios sesudos o
experimentales en algunos sentidos, solo por poder admirar este acabado gráfico
el tomo merece la pena. Es cierto que aún no llega al nivel que consiguió en “Contrition”,
pero, una vez más, “Contrition” es un trabajo posterior, por lo que
tiene cierto sentido que así sea.
Una más que digna continuación, que nos deja ciertas píldoras que denotan que ambas obras se engloban en el mismo espacio y tiempo. Un trabajo complejo y una sesuda critica al mundo de las farmacéuticas, que más que ayudar parecen enriquecerse a costa de reírse de los consumidores. Veremos con que sector se mete la dupla en su continuación. Aunque el trastorno lo dejan claro en el título: la mentira ¿Será la política?¿El periodismo? Lo veremos en próximas reseñas.
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