La historia nos presenta a Terry “Slick” Cole, un
protagonista un tanto arquetípico en este tipo de obra de género negro, pues ha
asumido una deuda familiar que no le corresponde, y se adentra en el crimen
para poder pagarla. Para colmo, la deuda es con Rex McKinty, un capo
mafioso, dueño del cabaret que da nombre a la obra (“Burlesque”),
y que no le va a poner fácil concluir con el pago. Por si esto fuera poco,
mientras intenta saldar las deudas, un antiguo amor se cruza en su camino: Debbie
“Caprice” Hollow, estrella en el salón y ahora prometida de McKinty.
Esta situación hace que Slick rechace el trabajo final con el que
zanjaba su deuda, desencadenando la trifulca que involucrará incluso a la
policía del estado.
El guion es un tanto sencillo, en el sentido de que Marini
construye la historia cogiendo los tópicos más típicos del género. Si bien es
cierto que el arquetipo de la femme fatale tiene más protagonismo que el
habitual, el guionista suizo no inventa la rueda y se ha ciñe a continuar en
ella. Esto ha servido de sustento para muchas críticas negativas a la obra. No
obstante, hay que reconocer que, sin ser el guion más original del mundo, el
suizo nos brinda una buena obra de la que todo el mundo puede disfrutar.
Además, el uso de tópicos hace que el lector se quede inmerso en un mundo que
le resulta conocido, cosa que Marini sabe y aprovecha a la perfección.
Por otro lado, es posible que el espectador medio esté
acostumbrado a este tipo de historias en el cine, mientras que en el comic no
son tan habituales; ya que los tebeos de género negro suelen intentar romper
con ciertos tópicos. Basta con mirar, por ejemplo, la obra de Ed Brubaker
(“Fade Out”, “Reckless”).
Por el contrario, el apartado visual es el que sirve para
diferenciar esta obra de otras. El acabado del dibujo es espectacular, hasta el
punto de que cada página parece una obra de arte para enmarcar – las malas
lenguas insinúan que lo ha hecho aposta para vender originales, pero es que ese
es su trabajo –. El color está hecho con unos perfectos tonos sepia, pero
resalta ciertos elementos en rojo como la llama del cigarrillo de nuestro
protagonista, algunos vestidos o, el elemento más llamativo, el cabello de la
bailarina “Caprice”.
La calidad narrativa no se queda atrás pues es tremendamente
ágil. En ciertos pasajes tiene un lenguaje muy cinematográfico, por ejemplo, en
cierto momento intercala dos historias en paralelo de forma tramposa que dan como
resultado un final de escena inesperado. En fin, una absoluta maravilla.
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