En el día de hoy, hablamos de una serie que ha quedado un
poco más tapada en la pila de novedades; lo cual es curioso, pues sus autores
tienen más renombre y mucho más recorrido (aunque solo sea por una cuestión de
edad). Hoy tratamos “Jodido Bastardo”, de los autores Régis Loisel (al
guion), Olivier Pont (a los dibujos) y François Lapierre (al
color).
Nos situamos en la década de los 70. Conocemos a Max
que, tras el fallecimiento de su madre, decide ir al pueblo en el que nació, en
el Brasil amazónico. De niño, al poco de nacer, sus padres se separaron por
motivos desconocidos (al menos por el momento). Por ello, el pequeño Max
vivó toda su vida en Francia con su madre, sin oír absolutamente nada acerca de
su padre; ni siquiera un nombre. Es por ello que, una vez muerta su madre,
decide emprender este viaje para descubrir la identidad de su padre y saber
cuál es su origen, sin más ayuda que dos fotografías que podrían contener el
rostro de este.
Con este pretexto nos adentramos en el pequeño pueblo de Kalimboantao.
Conocemos a sus habitantes y sus gentes. Todos bastante interesantes, bien
trabajados y con algo que aportar a la trama. Pero esta historia no es un
refrito de “Magasin Général”. No. Está historia tiene un claro
distintivo.
“Magasin Général” presentaba un acogedor pueblo en
Canadá a principios del siglo pasado cuyo mayor conflicto era algún rifirrafe
entre vecinos a causa de pequeños roces en la convivencia. “Jodido Bastardo”
nos sitúa en la jungla – literalmente –. La explotación maderera del Amazonas
es lo que da vida al pueblo, con todo lo que ello conlleva. El pueblo no es
necesariamente acogedor; al contrario, es un entorno bastante hostil en el que
la violencia, la trata de mujeres o la falta de escrúpulos de los empresarios
locales están a la orden del día.
En ese sentido es digno de admirar cómo ambas obras se
parecen tanto y a la vez son tan distintas. En cualquier caso, en este tebeo la
trama no trata de forma tan exclusiva sobre su entorno como sí que lo hacía en
su predecesora. Esto es así por una razón evidente: es el propio entorno el que
desencadena y ramifica de manera natural todas las tramas.
Por otro lado, el dibujo está bastante bien. Pont no
llega a la altura del propio Régis Loisel – en mi más sincera opinión –
en lo que a estética se refiere, pero la narración es correcta; que es de lo
que se trata. Por su parte, el color de Lapierre complementa muy bien al
dibujo de Olivier Pont. No transmiten un ambiente tan lúgubre como lo
hacía en “Magasin Général”, supongo que por qué este no lo coloreó de
manera digital – las comparaciones son odiosas, pero al compartir tanto elenco
es inevitable –.
En resumen, no es una obra maestra del tebeo. Pero sí que es
una obra que recomiendo fuertemente. Es muy enérgica, no paran de salir nuevos
elementos en la trama; muy ágil, cada tomo se lee de una sentada; y, sin duda,
es muy interesante, dejando siempre con ganas de saber más. Un gran blockbuster
del cómic europeo.
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