Piezas - Reseña

Aún es pronto para publicar un listado con las mejores obras del año; pero adelanto que ya tenemos un título que seguro formará parte de él en diciembre. Cuando parecía que no podía haber una mejor historia de amor en el cómic que "Carta Blanca" de Jordi Lafebre, Víctor L. Pinel da un golpe sobre la mesa y nos presenta la impactante historia de "Piezas". 

Antes de comenzar, me gustaría aclarar que adoro la obra de Jordi Lafebre, y que "Carta Blanca" no es ninguna excepción. De verdad que, si aún no la habéis leído, no os demoréis más y dadle la oportunidad que merece. Realmente es uno de los mejores títulos de cómic de los últimos 20 años. Tampoco pretendo hacer una comparación directa entre ambas obras, pero en ciertos apartados es inevitable, ya que evidentemente ambas guardan un cierto parecido tanto en temática como en apariencia.

En esta historia se nos presentan un montón de personajes, pero la historia principalmente gira en torno a Samir, un joven que ha decido apuntarse a un programa para hacer compañía a ancianos sin familia. En él le adjudican la compañía de la señora Dubois quien le enseña a jugar al ajedrez. Pero, lo realmente delicioso del tebeo es el paralelismo que el señor Pinel ha pergeñado entre la vida sentimental de Samir y una partida de ajedrez.

La personalidad, actitud y función de todas y cada una de las piezas del tablero están exquisitamente definidas, y están igualmente adjudicadas a los secundarios que desempeñan la función de pieza. Su desarrollo y profundidad es realmente admirable. Todos ellos tienen además su propia historia bien definida con una evolución igualmente lógica. A su vez, la historia global (o la partida) está tan meticulosamente bien construida que realmente cuesta creer que no existan agujeros de guion. Personalmente, al acabar el tomo no pude resistir la tentación de releerlo para cerciorarme de que así era.

En cuanto al acabado gráfico, simplemente decir que es el idóneo para este tipo de historia. Tal y como vaticinaba, estilo de Pinel se asemeja al de Lafebre, pero con toques algo más sucios que le dan una personalidad muy característica.

Con todo esto insisto en que no pretendo desautorizar la proeza de Jordi Lafebre. Al contrario. Pretendo evidenciar que ambas historias son complementarias, aptas para todo tipo de público y que no os debéis perder ninguna de estos dos imprescindibles.