Beaton nos cuenta a través de sus páginas su
experiencia personal durante dos años en explotaciones petrolíferas. Su
historia comienza cuando debe afrontar el pago del crédito que pidió para poder
cursar sus estudios universitarios. Estudios que no le dieron herramientas suficientes
para poder afrontar semejante deuda, por lo que se ve obligada a viajar al
oeste de Canadá a trabajar en las explotaciones petrolíferas. De este modo
podrá conseguir abundante dinero y, lo que es más importante, lo podrá
conseguir rápido para así poder comenzar cuanto antes su carrera en letras, que
es lo que realmente le gusta. Pero lo que mucho vale mucho cuesta, y se
encontrará ante una dura labor, con jornadas a destajo y duras temperaturas.
Por si no tuviera suficientes dificultades, se le presentará
una nueva con la que ella no parecía contar – o no del todo – es una mujer en
un entorno en el que la presencia masculina es mayoritaria. Además, podéis
imaginar que no se tratará de hombres especialmente educados. Por tanto, el
acoso, menosprecio e incredulidad estarán a la orden del día.
Observad que en solo la sinopsis de la historia ya se pueden
identificar varios elementos a criticar. Primeramente, tenemos el sistema de
becas universitarias en Canadá – que, aunque se nos haga un poco ajeno, vemos
que no difiere en exceso del EEUU –. La dicotomía entre la explotación
petrolífera como único medio para poder hacer fortuna y el medio ambiente,
quizá no sea muy evidente al comienzo de la historia, pero a medida que la
lectura avanza va haciéndose palpable. Y, finalmente, el evidente machismo.
A este respecto quiero comentar dos posturas ante este
apartado. He oído comentar que este es un tebeo que toda mujer debe leer, por
el fiel retrato que plantea de la sociedad. No soy mujer, y quizás sí que sea
así; pero opino que este tebeo es indispensable para todos los hombres. De este
modo podremos identificar en nosotros mismos actitudes que, aunque no tienen
por qué hacerse con mala intención, pueden ser nocivas y perjudiciales para la
integridad de las personas que tenemos al lado.
A su vez, y al hilo de lo anterior, he llegado a leer que
este es un tebeo mediocre y que solamente se alaba por ser un exponente de la
“cultura woke” tan imperante hoy en día. Con todos mis respetos, pero
este es el modo con el que rápidamente se identifica a las malas personas. Es
cierto que el comic no es perfecto, y comete ciertos errores como algunas
perdidas de rácord, o querer abarcar demasiados elementos dentro de la misma
obra. En ese sentido es un trabajo muy extenso, y es una tarea colosal darle
vida sabiendo que es el trabajo más ambicioso de su autora. Puedo comprender
que el dibujo no agrade a todo el mundo, pero de ahí a decir que es malo, es de
no haber leído mucho comic. En lo que en narrativa se refiere apenas hay fallas,
y es muy inteligente compensar la simpleza de la viñeta con poco dialogo; por
lo que esa es una crítica un tanto invalida y subjetiva.
Sea como fuere, el ejercicio que la autora canadiense
plantea es absolutamente desgarrador, y querer simplificarlo en “ya está otra
vez el mainstream quedando bien para vender” es incluso escandaloso.
Denota que este lector o bien no ha entendido la obra, o bien no ha dejado de
leer el tomo al primer atisbo de feminismo – lo cual parece más probable –. Más
aun sabiendo que Beaton reitera que esta es su experiencia personal y
que no necesariamente todo entorno petrolífero es así.
Desgraciadamente, puede que no de forma tan extrema, pero a
día de hoy los entornos industriales siguen manteniendo mucho de lo que se
señala en el comic. Puede que gracias a las redes sociales y a los dispositivos
con cámara se denuncien y expongan más que en aquella época (la tecnología ha
evolucionado mucho desde 2005). No obstante, es una realidad que sigue
existiendo y por es ello que este tipo de obras son absolutamente necesarias
aun hoy.
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